El Ministerio de Educación, alguna vez, impulsó a nivel nacional la campaña “No más meones” con el fin de generar conciencia ciudadana de respeto al espacio público y desarrollar normas de urbanidad y prácticas de convivencia para evitar que las calles, las plazas, los parques, los espacios públicos sean utilizados como urinarios. Paralelamente a esta campaña, algunos municipios implementaron más servicios higiénicos públicos en lugares estratégicos para evitar que ciudadanos de paso o turistas se encuentran en situaciones apremiantes por la carencia de estas instalaciones en áreas considerablemente grandes.
Por su parte, el Comité Defensor del Patrimonio Cultural de Riobamba colocó la advertencia “Prohibido orinar será sancionado” en una esquina del monumental edificio del centenario colegio Maldonado, intersección de las calles España y Primera Constituyente. Sin duda alguna, lo hizo con el loable propósito de poner fin a la incultura de quienes convirtieron ese lugar en un meadero público.
Es ingenuo pensar que la campaña temporal, “No más meones”, no un programa sostenido o un simple aviso, “Prohibido orinar será sancionado” cortarían por lo sano el meadero público nacional. De hecho, es público y notorio que continúan actitudes indecorosas, incultas, irrespetuosas de ciertos individuos que, careciendo de la más elemental norma de urbanidad, realizan sus necesidades pegados a una pared, a un poste o a un recoveco, sin el menor recato; sin tomar en cuenta que por ahí transitan mujeres y niños. Escenas de esta naturaleza es impensable que ocurran en países desarrollados, primero porque hay un buen nivel de concienciación y respeto hacia la colectividad y luego, porque si alguien se atreve a semejante osadía, le cae la policía para aplicar la ley.