Por: Pablo Granja
En el 2008, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América ALBA, puso en vigencia el Sistema Unitario de Compensación Regional (SUCRE), aplicable a las exportaciones entre los países dominados por el SSXXI, aunque los usuarios en un 95% fueron Ecuador y Venezuela. Consistía en la creación de una moneda del mismo nombre, fijando su paridad en 1,25 sucres por dólar, pero omitió fijar la tasa entre bolívares y el sucre. Su vigencia fue efímera y duró hasta que se descubrió que el sistema era utilizado para convertir bolívares venezolanos en dólares, mediante exportaciones ecuatorianas sobrevaloradas o inexistentes. Aprovecharon también las tasas de cambio para convertir un medio de pago en método de robo.
Posteriormente, por iniciativa de Lula y Nestor Kirchner, a la que adhirieron Ecuador, Venezuela, Bolivia, Paraguay y Uruguay, en septiembre de 2009 se constituyó el Banco del Sur que debía actuar como una alternativa a los organismos multilaterales de crédito como el FMI, Banco Mundial y el BID, para financiar proyectos de desarrollo en condiciones más blandas, y con la mirada puesta en acuñar una moneda común en el corto plazo. Para entonces, el ministro ecuatoriano de Coordinación Política Económica, Diego Borja, auguró la desaparición del FMI. Ambiciosos y arrogantes pero ineptos, este banco nunca llegó a funcionar.
Recientemente, el más burro de los presidentes en pie publicó que “Con Luisa en el poder seremos una sola nación, Rafael volverá…., no necesitaremos el dólar nunca más, tendremos nuestra propia moneda, hoy lo decreto.” Se ratifica que la eliminación del dólar es una consigna transnacional y la moneda propia una obsesión. A doña Luisa le correspondería acatar el decreto ya que está convencida, lo ha dicho en una entrevista, “que en Venezuela están mejor que aquí”, ignorando a los ocho millones de venezolanos que han huido de la dictadura. También son públicas las reiteradas declaraciones del economista Correa al respecto, para lo cual el actual candidato a vicepresidente tiene listo y publicado lo que sería “una desdolarización ordenada”.
Pero como saben que la dolarización es más popular que la Iglesia y las FF. AA., buscan la forma de disimular las intenciones ocultas. Para engañar a los desprevenidos han soltado ideas como las del “ecuadólar”, que no es otra cosa que una emisión inorgánica de dinero mientras incautan las divisas, incluyendo la reserva monetaria que tiene fines específicos. Hay que reconocer su astucia: el bloque correísta se ha pronunciado en la Asamblea a favor de nominar al dólar como moneda oficial, pero sin decir ni pío sobre establecer una prohibición específica de permitir otro tipo de instrumentos monetarios paralelos. Recordando el debate del señor Lasso con el economista Araúz (“Andrés, no mientas otra vez”), hay que repetirles: “Señores correístas, no mientan otra vez”, que no rima pero es cierto.