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jueves, marzo 20, 2025

Palabra Mordaz Conmemorar y respetar

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Por: Iván Menes Aguirre

La columna de esta semana coincide con la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, una fecha cuya complejidad ha sido examinada minuciosamente en los debates contemporáneos sobre género y, particularmente, sobre feminismo. Aquellos que se aproximan a posturas progresistas blanden que el 8 de marzo no amerita celebración, sino conmemoración de las luchas feministas en torno a la búsqueda de un mundo igualitario en cuestiones de género. Los conservadores, por su parte, consideran que este día es una oportunidad para agasajar a las mujeres. Si bien yo me considero cercano a la primera postura, tampoco caigo en el juego intolerante de aquellos radicales que, desde una torre de marfil pseudointelectual, predican sobre cómo deberíamos comportarnos y, sobre todo, qué deberíamos dejar de hacer.

El 8 de marzo es un día importante para reconocer las luchas de aquellas mujeres que se atrevieron a desafiar su contexto histórico para abogar por un mundo más justo. Desde la consecución de derechos políticos hasta la defensa de la autonomía sobre el propio cuerpo, las luchas feministas han sido fundamentales para el desarrollo de políticas públicas en favor de las mujeres y sus derechos. Hace cien años, las mujeres no podían sufragar en casi ningún país del mundo, y difícilmente podían aspirar a un futuro profesional distinto al de las labores domésticas. Hoy, varios países poderosos han sido gobernados por mujeres, y el desempeño profesional de la mujer, aunque con muchos desafíos, está completamente normalizado en buena parte del globo. Es precisamente porque la causa feminista aún presenta muchos que en este día cabe rememorar lo conquistado y proyectar las aspiraciones del futuro, más allá de celebraciones particulares en torno a la figura de la mujer.

No obstante, hay que resaltar que quienes celebran el Día de la Mujer no lo hacen con una intención perniciosa, sino todo lo contrario. El festejo de esta fecha involucra el genuino afán de congratularse por la existencia femenina y, en consecuencia, la festividad del 8 de marzo debe ser respetada. Lo anterior no es más que un ejercicio de la libertad personal. Las mujeres que son agasajadas en este día, lejos de recibir estas acciones con escozor, deberían empatizar con quienes tienen esta costumbre de buena fe. También hay casos de mujeres que, con una soberbia insoportable, critican a otras mujeres que libremente desean festejar este día. Dejemos que cada uno viva este día como le apetezca, siempre que lo haga con respeto y una voluntad positiva. En mi caso, la consigna es sencilla: conmemorar y respetar. 

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