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jueves, marzo 20, 2025

Pensando en el auge del nihilismo

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Por: Lisandro Prieto Femenía

Está claro que vivimos en una época en la que las certezas se han desmoronado, las instituciones pierden legitimidad y credibilidad, la verdad es relativizada al extremo y la búsqueda de sentido se vuelve cada vez más una tarea individual, personal e incierta. En este contexto, es importante recordar la advertencia de Friedrich Nietzsche sobre “la muerte de Dios” en su obra “La Gaya Ciencia” (1882), la cual resuena con una fuerza cada vez más potente: no se trata de un mero deseo ateo, sino de la constatación de un colapso estructural en los valores absolutos que sustentaban la civilización occidental. La tradición judeocristiana, la metafísica y la moral tradicional habían sido los pilares que le daban cohesión al mundo y, con su derrumbe, la humanidad se enfrenta a un abismo de caos, violencia justificada e incertidumbre.

Recordemos que, para Nietzsche, la muerte de Dios deja a la humanidad sin un horizonte claro, sumido en lo que él denomina nihilismo, a saber, la experiencia de que todos los valores supremos se han desvanecido, dejando tras de sí un vacío que amenaza con devorarlo todo. La pérdida de la noción de una verdad única y trascendental nos enfrenta a la necesidad de crear nuevos valores o sucumbir al nihilismo pasivo, aquel en el que la desesperanza y la falta de empatía conducen a la inacción y al conformismo que nos vienen inoculando hace más de un siglo.

“¿No habéis oído hablar de aquel hombre loco que en plena mañana encendió una linterna y corrió al mercado gritando sin cesar: ‘¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!’ — Como allí se encontraban precisamente muchos de los que no creían en Dios, provocó grandes carcajadas. ‘¿Acaso se ha perdido?’, decía uno. ‘¿Se ha extraviado como un niño?’, preguntaba otro. ‘¿O bien se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?’ — Así gritaban y reían en confusión. El hombre loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada: ‘¿Dónde está Dios? ¡Os lo voy a decir! ¡Lo hemos matado — vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos!’.”

Nietzsche, F. (1882/2011). La Gaya Ciencia. Madrid: Ediciones Akal.

El problema se pone aún más picante en la modernidad tardía, o postmodernidad, donde el hiperconsumismo, la fragmentación intencionada de la identidad y la sobreexposición a la información falsa han reemplazado las estructuras tradicionales de significado. Este mundo, querido lector, es el mismo en el que vivimos usted y yo, y por más que se muestre súper interconectado tecnológicamente, se encuentra espiritualmente atomizado, atravesado por una crisis de sentido que se vuelve cada vez más aguda.

En este sentido, Slavoj Žižek, en su análisis del capitalismo tardío y la ideología contemporánea, señala cómo la ilusión de libertad y elección en el mercado global oculta un profundo vacío existencial que, por lo menos a mí, me mete demasiado miedo. En su obra titulada “El sublime objeto de la ideología” (1989), Žižek sostuvo que el sistema actual genera una especie de cinismo generalizado: somos conscientes de las ficciones que sostienen este mundo, pero seguimos actuando como si fueran reales. Así, el nihilismo no sólo se manifiesta en la degradación de los valores trascendentes tradicionales, sino en la ironía y la indiferencia con la que nos enfrentamos a esa pérdida.

“La ideología de la sociedad actual no es la que dice ‘cree’, sino la que te permite no creer, pero seguir actuando como si lo hicieras.”

Žižek, Bienvenidos al desierto de lo real, 2002, p. 12.

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