EDITORIAL
El pueblo, de manera libre y voluntaria, tomó su decisión en las elecciones de este pasado 5 de febrero. Ahora ya conocemos quiénes estarán al frente de las prefecturas, alcaldías y juntas parroquias del país para administrarlas en los próximos cuatro años.
En la vida se gana y/o se pierde. En el mundo de la política, periódicamente se dan estos escenarios donde unos ganan y otros pierden. De los 11 candidatos a la alcaldía de Riobamba, solo uno, John Vinueza, ganó la elección (22.04%), y de los 9 aspirantes a la Prefectura, Hermel Tayupanda (29.69%) fue el triunfador según datos proporcionados por el CNE. Por cierto, porcentajes no muy significativos para ufanarse de ellos.
Lamentablemente, ocurre con frecuencia, que algunos candidatos del mundo de la política ganan las elecciones y terminan perdiendo la confianza y el cariño del pueblo. En la cotidianidad, se puede perder desde cosas baladíes hasta aspectos importantes ligados a la vida misma. Pero nunca se puede ni se debe perder la dignidad, el respeto, la esperanza, el derecho a vivir en democracia, en libertad, el derecho a ser amado y respetado, a construir un futuro, a lanzarse a triunfar con perseverancia hasta llegar a la cima.
Hay que tener dignidad en cuando se gana o se pierde, pero sobre todo cuando se gana. En cualquier caso, lo sustantivo es que se respete la voluntad popular, que el voto ciudadano, tesoro más preciado de la vida democrática, no sea burlado, bajo ninguna circunstancia. Y que la paz de la nación, otro componente y cimiento de la democracia, tampoco se vea amenazada por ambiciones políticas desmedidas e inconfesables.
Finalmente, es de esperarse que, a partir de la posesión de las nuevas autoridades, en el próximo mes de mayo, la gestión de alcaldes y prefectos se encaminen con decisión y firmeza al cumplimiento de las ofertas de campaña en función de los intereses populares en un marco de honestidad y transparencia, por encima de las ambiciones e intereses partidistas y personales.