El regreso a las aulas debe abarcar no solo la presencialidad sino el retorno de los que tuvieron que dejar de estudiar.
Explicando cómo se dio un hallazgo científico, Luis Pasteur, en 1854, señaló: “Pensarán que fue por casualidad, pero deben recordar que, en el campo de la observación, la suerte solo favorece a la mente preparada”.
La pandemia de COVID-19 ha causado imponderables desajustes, entre ellos en el ámbito educativo. Una menor matriculación registra el Ministerio de Educación en el periodo de clases virtuales. La carencia de medios dificulta el aprendizaje y ahora corresponde tratar de nivelar a los estudiantes.
La flexibilización curricular implementada para facilitar la aprobación del año lectivo durante la virtualidad educativa puede tener un importante impacto en la asimilación de nuevos conocimientos que los estudiantes deberían recibir en los niveles siguientes. Al retomar la presencialidad, representa un gran desafío detectar los vacíos y procurar su nivelación.
Otro factor importante es la deserción escolar, que en algunos casos pudo estar asociada a pérdidas de familiares o a desajustes económicos difíciles de subsanar. 75.566 estudiantes salieron del sistema educativo y 30.037 no pasaron de año.
La Subsecretaría de Innovación Educativa y del Buen Vivir informa de un mayor nivel de exclusión en segundo año de educación básica (antes primer grado), en octavo, noveno y décimo (antes ciclo básico) y también en primer año de bachillerato.
La educación elemental debería darse por sentada, pero cuando es deficiente, se ve interrumpida y no es retomada para un segmento de la población de niños y jóvenes de nuestro país, el futuro cercano solo puede ser sombrío. Las oportunidades de desarrollo desaparecen para ellos y la alternativa es incorporar a las estadísticas las problemáticas sociales que minan el desarrollo personal, social y económico. El regreso a las aulas debe abarcar no solo la presencialidad sino el retorno de los que tuvieron que dejar de estudiar.
