Por: Edgar Frías Borja
Dicen que, en una campaña política, cualquier recurso es válido para captar adeptos; sin embargo, creo que no debe de ser así, si hablamos de un proceso democrático, donde debe haber el debido respeto, consideración y tolerancia para el contrincante.
Aquello de tratar de posesionar la idea de que los que votaron por la lista contraria, son drogadictos, narco delincuentes o traficantes, no abona en nada a la búsqueda de la necesidad de converger hacia el ideal común de bienestar, solidaridad, desarrollo y paz para el pueblo.
Peor aún, hacer publicaciones de imágenes, en las que el Ecuador ya no está geográficamente dividido en cuatro regiones, sino en dos, los de la sierra y los de la costa o los buenos y los malos, los verdes y los blancos, los santos y los demonios; no solo que sorprende y llena de escepticismo, sino que causa un dolor profundo y una insondable amargura.
Serenémonos, seamos sensatos, pasará el periodo de campaña y las relaciones estarán hecha ciscos. Hoy más que nunca debemos de tender puentes, acciones de acercamiento, diálogos constructivos, a través de los cuales podamos procesar y diferenciar entre las propuestas, cual es la más conveniente para el futuro de la nación.
Todos o casi todos, buscamos que nuestro país supere la crisis en la que nos encontramos; ya que, como sociedad en trance, nos hace vulnerables a todos los males y peligros internos y externos. Desunidos seremos fácil presa de las fuerzas del mal y sucumbiremos sin pena ni gloria.
No dejemos de ser patriotas. El patriotismo, es el sentimiento que nos une a los seres humanos hacia nuestra tierra natal o adoptiva, a la que siempre estaremos ligados por valores intransferibles y no negociables, los afectos, la cultura e historia; siendo estos, el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o también a una nación.
Cuidemos del uso de nuestro lenguaje, a fin de no causar susceptibilidades que dañen la relación entre ecuatorianos. No sigamos fomentando el odio, la desunión, el rechazo, la venganza; es decir, no deterioremos aún más nuestra unidad de conciudadanos.
Desde esta columna, hago un llamado a que los lideres de cada facción que disputan la presidencia del Ecuador, depongan actitudes de prepotencia, triunfalismo o supremacía, y hagan un pacto de caballeros de no agresión mutua. Que hablen de las propuestas que permitan el verdadero renacer de una patria maltratada y golpeada. Que piensen en que, los 18 millones de ecuatorianos, seguiremos habitando en esta tierra que nos vio nacer; y que, no podemos permitirnos la existencia en un ambiente a ultranza. Como soñar no cuesta nada, anhelo que lo sucedido y a lo que hago referencia en este artículo, sea producto de una euforia pasajera y que los verdaderos intereses del país, se hallan incólumes en el espíritu y pensamiento de las cabezas y huestes enfrentadas, dentro de la arena político-democrática.