Frente a la eliminación del general Qasem Soleimani, poderoso comandante de la fuerza de élite Al Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, llevada a cabo por el Ejército estadounidense por disposición del presidente Donald Trump, en un ataque con drones en el aeropuerto de Bagdad, la capital iraquí, la reacción del Estado Islámico tiene un lenguaje de guerra santa. “Estos criminales se enfrentarán a una severa venganza. La guerra santa y el camino de la persistencia continuarán indudablemente y ahora doblemente motivados, y el árbol de la resistencia crecerá más y más próspero cada día” El Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán ha definido lo sucedido como “el mayor error estratégico” de Estados Unidos “en Asia occidental”. Ha afirmado que Washington “no escapará fácilmente de las consecuencias de este error de cálculo”. Por su parte, el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, a propósito de la operación que acabó con su hombre fuerte, con premonitoria y amenazante voz, dijo: “Su marcha hacia Dios no pone fin a su camino o su misión, pero una poderosa venganza aguarda a los criminales que tienen su sangre y la sangre de los otros mártires de anoche en sus manos”.
¿Está armándose el escenario para una tercera guerra mundial? ¿El tinglado es similar al asesinato, en 1914, del archiduque Francisco Fernando, en Sarajevo, capital de la provincia imperial de Bosnia y Herzegovina que desató la Primera Guerra Mundial? ¿Se pondrá en vigencia el Código de Hammurabi, basadas en la ley del Talión: “Ojo por ojo, diente por diente” del antiquísimo Código de Hammurabi?
Ojalá que este hecho no sea la chispa, el detonante de la Tercera Guerra Mundial. Ojalá que la diplomacia y la opinión pública planetaria logre frenar la locura del momento para que la frase de Albert Einstein no se convierta en terrorífica y aniquiladora realidad: “No sé cómo será la tercera guerra mundial, solo sé que la cuarta será con piedras y lanzas”
