El concepto de solidaridad tiene una connotación humanística profunda, más allá de credos religiosos, de corrientes políticas. Es un valor que anida en el corazón de todos los seres humanos y que nunca como hoy, tiene tanta fuerza y contundencia.
Filósofos, pensadores, políticos, literatos de todo los tiempos y latitudes han hablado de la solidaridad, porque es uno de los valores humanos por excelencia, que se define como la colaboración mutua en la personas, como aquel sentimiento que mantiene a las personas unidas en todo momento, sobre todo cuando se viven circunstancias difíciles que requieren ayuda mutua entre fuerzas que luchan por el mismo objetivo.
En el Ecuador de hoy, el término solidaridad debe ir más allá de las definiciones y los conceptos, Porque no será posible mejores días si todos los sectores no deponen posiciones extremistas, radicales. Si el Gobierno no asume su responsabilidad histórica con transparencia, patriotismo y una certera visón de estadista; si el parlamento no logra vislumbrar las dimensiones apocalípticas a las que estamos abocados, y no emiten leyes que estén por encima de sus intereses inmediatos; si los colectivos gremiales e indigenistas se resisten a cambiar el curso de la historia, si los clanes empresariales no se visten de solidaridad nacida en una actitud de aprecio, de valoración por los demás; si la ciudadanía no se disciplina ante la nueva y contundentemente crítica realidad que vivimos. En definitiva, si no somos solidarios.
Son tiempos de solidaridad, tiempos en que hay que unirse, no solamente para estar juntos, sino para hacer algo juntos: salir airosos del demonio del coronavirus.