EDITORIAL
El narcotráfico, la delincuencia organizada, las vacunas, la corrupción, la inseguridad y hasta el coronavirus que aún permanece con otras variantes, nos han puesto en evidencia que vivimos en un país desarticulado, indisciplinado, proclive a la corrupción y la insensatez, en condiciones de indefensión social, caos institucional, fragilidad organizacional, ausencia de liderazgo fuerte. Pero lo más evidente es que nos encontramos sin un sistema de justicia y salud confiables, eficientes: estamos superendeudados y con cero ahorros porque el despilfarro del correísmo acabó con todo. Nos duele este panorama descriptivo de lo que somos y cómo estamos. Pero es bueno que hagamos conciencia de ello.
Esta dura realidad nos está haciendo mucho daño, nos está pasando factura. ¿Se imaginó alguna vez estar recluido, a obscuras en su hogar, en su pequeño negocio, en su empresa, con la amenaza de que en cualquier momento tiene una visita inesperada y amenazante que puede cambiar el rumbo y el ritmo de su cotidianidad, sin certezas de ver la luz al final del túnel? ¿O mejor dicho con la certidumbre de que, en cualquier momento, la visita puede ser mortal?
El gobierno lamentablemente lleva sobre sus hombros algunos fardos pesados: los rezagos de un correísmo corrupto en la administración, la radicalización de la pobreza, del desempleo, el descenso de la producción petrolera, la frágil institucionalidad, la narcopolítica, la creciente debilidad política, la inseguridad, la falta de inversión extranjera y hasta la temporada preelectoral.
Entonces, se impone un cambio radical de todos, comenzando por los ciudadanos y la política. Que, una suerte de catarsis individual y colectiva, de experiencia vital profunda, nos purifique, nos transforme, nos libere eliminando los lastres que nos agobian, que perturban la conciencia social y desarticulan el equilibrio. Que retorne la sensatez, la disciplina, el orden, el patriotismo que deben presidir el comportamiento de los ciudadanos, de los políticos y del Gobierno para salir de este aparente callejón sin salida.