Buscando a una hija
Diego Cevallos Rojas (El Comercio)
A mis hijas, a las suyas: Les cuento que conocí el caso de doña Cecilia y se me arrugó el alma. Ella busca, como muchas otras madres, el cuerpo de su hija en el desierto mexicano de Sonora. Escarba y hace hoyos en esa tierra resquebrajada y seca, tal como está su vida. Su hija Norma de 20 años desapareció en 2018, cuando salió a una entrevista de trabajo. Por investigaciones propias y de la policía y llamadas y notas anónimas, sabe que está muerta. Cecilia busca sus restos en diferentes puntos del desierto, en fosas clandestinas y en cementerios donde se depositan cuerpos “NN”. No ha encontrado a su pequeña, pero mantiene la esperanza. Algunas de sus colegas de lucha hallaron ya los huesos de sus hijos e hijas. La violencia es lejana hasta que nos toca. A Norma le tocó. Si a ustedes les pasara algo, hijas, su mamá y yo también escarbaríamos en el desierto, llevaríamos una camiseta con su foto y nombre, gritaríamos al gobierno por su ineptitud e indolencia, denunciaríamos en la ONU la injusticia. Haríamos todo eso y más. Nuestra vida estaría destrozada por su ausencia. Deben saber que hay 100 000 personas desaparecidas en México, este bello país donde nacieron. Casi todas se perdieron desde 1996. Y muchas en los últimos tres años de la gestión de Andrés López Obrador, que ha sido un presidente inepto e indolente. Por eso, ahora hay más y más familias que se organizan y que solas, sin apoyo oficial, buscan a sus desaparecidos. Sí, es cierto que este drama afecta sobre todo a las zonas de frontera con Estados Unidos y otras donde el narcotráfico manda, pero no podemos pretender que no pasa nada. Nos indigna y decimos basta. Hijas, no vamos a sumirnos en el miedo y la desesperanza. México es un país genial donde la mayoría de su gente es buena.