“Caretucos” tramposos
A la ciudadanía le parece inaudito que la delincuencia política quiso hacer trampa en el parlamento. Bribones, pillos, pícaros, estafadores, timadores, chantajistas, defraudadores, embaucadores, engañadores, cuentistas, petates, embusteros, mentirosos, todo eso y muchos sinónimos más podrían aplicarse a los “honorables asambleístas” que, sometidos al jefe, el Padrino belga, soñaron con la destitución del presidente Lasso. Pero, se les malogró el plan por falta de votos, pese a que, con picardía, con el presidente de la Asamblea a la cabeza, pretendieron trampear cuatro y más votos.
Con una mezcla de cinismo y desfachatez, el susodicho presidente del primer poder del Estado, acaso primero por las argucias y jugarretas antidemocráticas, prometió la investigación correspondiente para aclarar el desaguisado; y, por si fuera poco, quiso ser juez y parte en el diálogo Gobierno-indígenas.
¿Qué tendrán que decir al pueblo ecuatoriano los 80 de la fama, incluidos los inefables asambleístas de Chimborazo? ¿Se puede emplear la jerga expresidencial correísta de “caretucos” para describir, identificar y referirse a quienes, más allá de la trampa y la picardía, el engaño y el cuento, lo que realmente buscaban es la desestabilización primero y, luego, la impunidad para los delitos de corrupción cometidos por Alibabá y los más de cuarenta lacayos en el régimen de la llamada década perdida?
Sin duda alguna, el pueblo ecuatoriano, que, en su mayoría, nada tiene de lassista, después del paro y de la trampa fallida en el recinto legislativo, tiene bien identificados a los bribones que, a nombre de la democracia, casi lograron alcanzar sus protervos, retorcidos, deshonestos y antipatrióticos propósitos. Ventajosamente, no son todos que están…