EDITORIAL

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La identidad huancavilca

En este mes, la Perla del Pacífico tiene una agenda variada que los guayaquileños se hallan disfrutando por celebrar un año más de su fundación bajo el liderazgo de una mujer talentosa y luchadora, Cynthia Viteri, sucesora de Jaime Nebot, alcalde que transformó la urbe porteña en las dos décadas de su administración.
Guayaquil es la ciudad crisol donde conviven 3 millones de ecuatorianos entre la opulencia y la pobreza; es la gran urbe de ayer, hoy y siempre; de “las risueñas playas
que manso lame el caudaloso Guayas”; de la de la torre  Morisca, del Malecón Simón Bolívar, del estero Salado, del Cerro del Carmen  y Puerto Santana, del Barrio Las Peñas, del bulevar 9 de Octubre, de museos y parques, del puente de la Unidad Nacional, de  la Junta de Beneficencia, de la Bahía, del Palacio de Cristal, de la leyenda de Guayas y Quil, de Vicente Rocafuerte  y Julio Jaramillo, de José Joaquín del Olmedo y José de la Cuadra, del Barcelona y Emelec y   de muchos etcéteras que incluyen signos de una  fe que camina en procesiones multitudinarias del Divino Niño, del Cristo del Consuelo   y de otros  peregrinajes que les convoca su sentida religiosidad.
Aquí, lo telúrico ha marcado la identidad huancavilca con el sello de la alegría y la cordialidad, del buen humor y la conversación en voz alta, de personas abiertas, extrovertidas, generosas, con las manos abiertas y extendidas, dispuestas compartir emprendimientos, espacios y esperanzas con los que llegan. Noveleros frente a los cambios que impone la vida, creativos para el arte y los negocios, en esta urbe se compra y se vende de todo en la oferta del amanecer a la noche.
En su transitar por la historia, los guayaquileños han estado íntimamente ligados a los destinos patrios. Amantes de la libertad, el trabajo y el progreso, nunca sucumbieron a los incendios, a los piratas y bucaneros, a las pestes. Menos están dispuestos a sucumbir, ahora, a la amenaza de la droga que ronda la juventud, al sicariato y a la delincuencia que se pasea tenebrosamente por calles, plazas, avenidas, parques, ciudadelas.
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