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viernes, octubre 11, 2024

¿Es realmente democracia?

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Artículo de opinión II Juan Francisco Román

Es un país con lecciones que se aprenden cada día, en lo político. Pero el fundamento de los representantes nos debe llevar siempre a reflexionar, y esto ha sido un cumulo de ideas vacías para tener a los mejores representándonos en el poder público, sobre todo en el Pleno de la Asamblea Nacional.

Ideas tan pintorescas como simples que parecería pudiesen mejorar la calidad del trabajo legislativo, inicialmente, como bajar el número de asambleístas, ponerles requisitos mínimos a esto como títulos de cuarto nivel, y hasta unos más aventureros han dicho que mejor solo vayan abogados a hacer leyes. Un día oscuro para el pensamiento racional profundo cada vez que escucho estos disparates.

Analizando desde la profundidad de las necesidades estatales, sobre todo en como llegan nuestros representantes a las curules de la Asamblea Nacional, debemos pensar que vivimos en un sistema democrático donde al ciudadano común se le ha entregado la ardua tarea de elegir, entre los postulantes, a quienes los representen y asuman el poder de control estatal para dirigir a este país a mejores días.

Recordemos que el poder, antes de la maravillosa democracia, la tenía asumida exclusivamente a una persona, un monarca, un dictador, alguien que la divina gracia e inventos históricos le entregaban la sumisión de todos los que formaban su reino y lo servían hasta entregar su propia vida; invención de los franceses, decidieron decapitar al monarca y posicionar al pueblo como su mandante y el poder se dividió tanto para que nadie vuelva a abusar de este. Por eso usted usualmente escucha del Poder Legislativo, Poder Judicial, Poder Ejecutivo, y otros que se inventaron por acá. Esto es la división del poder para evitar el abuso del mismo.

La idea era que el pueblo represente y luche por este, bajo la concepción de que una mayoría escogería en un tiempo determinado a quién ocupará que facción del poder dividido, para que así, cualquier persona pueda ser electa para fines de representación. Por eso, poner un título o requisito a un representante es simplemente sesgar el derecho inmutable del ciudadano a ser electo, sin importar quién es, de donde viene o que tiene en sus bolsillos. Simple, pero no.

En Ecuador la democracia impone una papeleta repleta de nombres y nosotros debemos escoger única y exclusivamente de esa propuesta de candidatos, y para que estos personajes lleguen ahí deben de ser propuestos por partidos políticos o movimientos políticos y aquí está la trampa. En Ecuador, la democracia y la representatividad la proponen estos cuerpos políticos sin el más mínimo control de calidad, tan es así que, para ser un candidato más que pasar por un curso básico de política, se prefieren a cantautores, futbolistas, artistas de la tecno cumbia y cuanto perfil sea más “divertido y popular” que técnico y conocedor.

A más de esto, me parece inconcebible que los líderes políticos que vio mi padre, la sigua viendo yo. Personas con 70 años de edad, con las mismas concepciones anacrónicas, con las mismas ideas paupérrimas, y sus apellidos convertidos en “ismos” que, a la final, se vuelven ídolos de estiércol aplaudidos por sus moscas más petulantes. No es raro escucharle a uno que otro porrista de estos personajes decir que tal o cual nos ha dado lecciones de dignidad, pero callados se quedan cuando los maestros de la dignidad son perseguidos por actos de corrupción. Espeluznante.

Finalmente la reflexión va a la profundidad del pensamiento crítico que se debe tener, y darnos cuenta si es que la supuesta “democracia ecuatoriana” nos obliga solo a votar por quién forma parte de estos grupos, -que más parecen sectas demoníacas-, o realmente se debe reestructurar el sistema partidista y de movimientos políticos, para crear una estructura técnica de personas que trabajen en su visión de administración pero con estructura de país largoplacista, y no seguir escuchando la cantaleta diaria del alza manos defendiendo, como can con rabia, a su ídolo de estiércol. No es la gente, es el tipo de gente que nos están obligando a votar, debemos dejar de votar entre el menos peor, y encontrarnos con los mejores, que hay y muchos.

Fuente: El Telégrafo

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