EDITORIAL
Miles de ecuatorianos y ecuatorianas haciendo colas interminables, luchando para tener una oportunidad de trabajo es la dolorosa realidad que vive el país, no solo en el caso de Quito, donde 5 000 personas se presentaron para 200 vacantes en una entidad municipal, sino en todo el territorio nacional.
Y el problema que se ha vuelto permanente, y en los últimos días se ha agravado mucho más como consecuencia de factores internos y externos, como la absurda guerra entre Rusia y Ucrania, los precios del petróleo, el azote mundial de la pandemia del Covid y sus variantes, y él último de los males, el paro indígena de 18 días que dejó mal parada a la República en su imagen internacional que dinamitó el riego país. De hecho, las estadísticas sobre la economía no son muy optimistas, como no lo son los datos sobre el empleo pleno y el empleo inadecuado. Mientras tanto la población urbana en edad de trabajar ha crecido en 1,2 millones.
Por lo visto, a los asambleístas esta dramática situación no les quita el sueño. Para ellos, sobre todo para un sector, les interesa, sobre todo, cohesionarse, formar mayorías para intentar golpes de Estado, captar vicepresidencias, entablar juicios políticos con protervos objetivos ocultos. No dan paso a reformas legales que bien podrían cambiar el panorama. Por su parte, la burocracia de “alto nivel” donde, al parecer hay quintacolumnistas, traban, obstaculizan el flujo de los trámites correspondientes en los diversos organismos del Estado. Y claro, el Ejecutivo, vive en la duda metódica y las indecisiones.
En este contexto, es urgente que la inversión privada nacional e internacional no encuentre obstáculos para sus propósitos, pues caso contrario la falta de empleo se irá agudizando y los más afectados serán los millones de ecuatorianos que luchan por un trabajo digno.
