OPINIÓN II Mariana Velasco
En política, las líneas rojas son aquellas que separan lo que es coherente de lo que es irracional, falaz e incluso un insulto para la ciudadanía y la democracia. Estos días, por desgracia, vemos que algunos dirigentes indígenas en su afán ególatra, con sus discursos traspasan algunas de esas líneas rojas.
Es dable reconocer que las reuniones programadas por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y aceptadas por las partes en conflicto, indican que todos comprenden que la situación actual solo puede desactivarse mediante el diálogo. Prueba de ello, en la mesa técnica sobre banca pública y privada entre delegados del Gobierno Nacional y de las organizaciones indígenas, se firmó el acta de acuerdo.
Sería un estreno vergonzoso, si pretenden delimitar la importancia de la negociación en la política, toda vez que es una herramienta básica de la que tiene que echar mano los negociadores, en búsqueda de acuerdos puntuales.
Ante amenazas de romper la interlocución, si el ejecutivo no se retracta o presenta pruebas de que el paro de la Confederación de Nacionalidades Indígenas y otras organizaciones sociales fue financiado por el narcotráfico, es pretender ignorar que durante 18 días provocaron pérdidas humanas, aplastaron el acelerador para disparar el riesgo país, causaron destrozos en el espacio público, asaltos, ataques, amenazas y pérdidas por más de mil millones de dólares, difícil de recuperar. Por la salud del país, el ejecutivo debe con evidencias, ratificar o negar tales aseveraciones, mientras 18 millones de ecuatorianos están prestos a amar y defender este bello territorio.
Hay también algunos partidos y movimientos políticos que, ante el descontento de algunos sectores, utilizan a los ciudadanos y militantes que los representan para atacar y crear mayor crispación, cuando sus asambleístas votaron en contra de mejoras para los sectores vulnerables. Pasan la línea roja de la verdad y se escudan en la falacia y en la convulsión.
Doloroso es presenciar cómo en nuestra democracia, esas líneas rojas se rompen cada día y cómo, por desgracia, tiene cierto apoyo ciudadano. La democracia no puede ni debe sustentarse en cruzar líneas rojas, sino afirmarse en el diálogo y el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas como valor esencial.
El acuerdo político es condición indispensable para el que quiera gobernar. Es el turno de que los partidos muestren amor patrio y sean conscientes qué en la actual coyuntura, el principal interés es el general y no de grupos o sectores por muy respetables que sean. Para alcanzar acuerdos hace falta voluntad política porque todo conflicto concluye con una negociación.
En política se negocia casi todo: para mantener el status-quo, para avanzar e incluso para sobrevivir. Mediante las transacciones, las partes tratan de buscar un espacio común entre dos posiciones que se encuentran distanciadas. Todos saben que negociar no es tarea fácil, sobre todo con líneas rojas firmes, donde se pierde toda capacidad de negociación.
El restablecimiento de ciertos límites, basados precisamente en la cortesía de la comunicación política, permitirá la apertura de espacios comunes deliberativos donde llegar a acuerdos sobre cuál debe ser el futuro del país.
El paisaje político ecuatoriano, obliga a fortalecer las habilidades de negociación, disponiendo de equipos cualificados en el arte de alcanzar acuerdos, porque para negociar no sirven los comedidos, sobre todo si se tiene presente que los políticos son seres humanos, no máquinas y como tales, tienen su parte emocional. Con frecuencia olvidan que se enfrentan a problemas más no a personas. Por ello, los expertos recomiendan enviar a negociar a las personas que sean las más adecuadas para hacerlo, aquéllas capaces de separar el problema de la persona, haciendo un esfuerzo por superar las antipatías entre ellos o sus organizaciones, centrarse en el análisis y las ideas.
Es importante tener claro que la negociación no es una confrontación directa entre quienes están sentados en la mesa. Tampoco el proceso de negociación puede limitarse con una lista de propuestas detalladas. La letra pequeña no debe estar por encima de los intereses nacionales, que son los que hay que preservar mediante concesiones en posicionamientos concretos.
Sin duda, usted lector pregunta ¿Por qué líneas rojas y no moradas o azules? La delgada línea roja, metáfora de los límites, es británico y vio la luz el 25 de octubre de 1854, tiene su génesis en la batalla de Balaklava, en la guerra de Crimea, cuando un batallón de infantería (casacas rojas) se enfrentó a la caballería rusa sin esperanza de victoria. Líneas rojas significa resistir hasta las últimas consecuencias en una posición determinada. La línea roja, en este sentido, comenzó a tener un sentido de la última frontera del poder británico.
‘La delgada línea roja’, tras el poema de Sir Rudyard Kipling, consiguió una doble acepción. No sólo era la referencia a la primera frontera, sino que también una alusión a la incomprensión de la sociedad con héroes a los que vituperaba.
En 1962, el escritor norteamericano James Jones -el mismo que ya había escrito ‘De aquí a la eternidad’, la novela llevada al cine y que demostró que -Frank Sinatra podía ser un buen actor- publicó ‘La delgada línea roja’, un texto sobre la batalla de Guadalcanal en el que la expresión incorporaba un concepto totalmente distinto. La línea era ahora la división entre lo irracional y lo racional, esta vez, vinculada a los dramas íntimos que crea la guerra en los hombres.
En 1998, el cineasta Terrence Malik llevó a la pantalla la novela de James Jones, una película que tuvo éxito publicitario por la cantidad de actores de lujo que se incorporaron al reparto: George Clooney, Sean Penn, Nick Nolte, John Travolta, Adrien Brody, Jared Leto y Woody Harrelson, entre otros. El término se popularizó entonces en el lenguaje español de tal forma que lo comenzó a utilizar incluso gente que no había visto la película. Finalmente saltó a la política.
Fuente: El Telégrafo