La estoy buscando…

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ARTÍCULO DE OPINIÓN // Simón Valdivieso Vintimilla

El pueblo es sumamente olvidadizo y los sucesos de un día para otro se convierten en periódico de ayer, comenta la abuela de la casa.  pero la madre de María Belén Bernal Otavalo, no puede con el dolor a cuestas que lo lleva desde el fatídico 11 de septiembre para ella, su familia y los ecuatorianos que aún no hemos perdido ese valor humano que es la solidaridad y el derecho a la rebeldía que en veces es sinónimo de indignación frente a lo injusto.

La estoy buscando en cada basurero de la ciudad. Palabras más, palabras menos son las que salieron de los labios y corazón de Elizabeth Otavalo frente a la incertidumbre que ha generado la desaparición de su hija. Y es que ella presume que su hija ya no le podrá contar lo que sucedió la noche del 11 de septiembre de 2022 en el interior de un recinto policial, porque los testimonios que se han dado y el tiempo transcurrido apuntan a ello. Solo existen unos seres humanos que escucharon unos gritos y un pedido de auxilio, pero se hicieron los de la vista gorda, dice la abuela de la casa, porque eran subalternos del macho cabrío que golpeaba a una mujer. Y es que el verticalismo en la filas policiales o militares como que les resta la capacidad de reacción, pues como dice la conseja popular “el gallo de arriba se ensucia en el de abajo toda la noche”.

Hemos escuchado atónitos la declaración de un Ministro cuando ha dicho que ante los gritos de auxilio que escucharon los cadetes debieron llamar al ECU911. Sin lugar a dudas que eso nos produce una risotada a las personas de calle y no se diga al Presidente de la República porque detrás de esas expresiones está evidenciándose un espíritu de cuerpo y además se subestima la inteligencia de las y los ecuatorianos. Pensando en voz alta. Cuando se llama al ECU911 pidiendo socorro, la asistencia es dada por la Policía Nacional; ergo, los hechos se están produciendo en un recinto policial, por lo tanto resulta torpe pedir auxilio por teléfono cuando los gritos desgarradores estaban siendo escuchados por policías.

Y es que es preocupante que esto suceda en las filas policiales, que no sea un hecho aislado, sino que se suma a los que se han dado, que involucran a la Policía Nacional, sin que existan respuestas casa adentro. Decimos preocupante como sinónimo de alarmante porque,  por mandato constitucional, la Policía Nacional es una  institución de protección de los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos; porque la protección interna y el mantenimiento del orden público son de responsabilidad de la Policía Nacional;  porque las servidoras y servidores de la Policía Nacional se deben formar bajo los fundamentos de los derechos humanos, y en el respeto a  la dignidad y los derechos de las personas sin discriminación alguna; y, porque la Policía Nacional es una institución cuya misión es atender la seguridad ciudadana y el orden público, y proteger el libre ejercicio de los derechos y la seguridad de las personas. En buen romance y a manera de conclusión de acuerdo a la filosofía cacera, en casa de herrero cuchillo de palo.

Si un policía maltrata a una mujer, ésta desaparece, otros policías saben lo que está sucediendo y los alumnos de éste, los cadetes que se supone están siendo formados conforme los parámetros  constitucionales, guardan silencio profundo, y un ministro dice que todo es culpa de no haber llamado al ECU911, entonces nosotros, las y los ciudadanos de a pie nos preguntamos  ¿cómo podemos  confiar en personas que tienen uniforme, charreteras y armas, si ellos investidos del poder del uniforme hacen los que le viene en gana?.

Los generales de policía en su laberinto por los hechos de sus subalternos que ponen en duda la institucionalidad de la Policía Nacional, deben dar respuestas prontas y oportunas al pueblo ecuatoriano, así como la Fiscalía General del Estado, que al parecer está haciéndole juego a la impunidad al haber iniciado un proceso contra una cadete –el chivo expiatorio- y por un delito que a lo mejor no se ajusta a los hechos.

Acá en Cuenca, los policías dejan desprotegidos a jueces y fiscales en las audiencias penales en donde hay un riesgo latente –entendemos con el beneplácito de la Directora Provincial  del Consejo de la Judicatura-  para dar asistencia a un juez y secretaria en una audiencia de rebaja de alimentos en la que una mujer víctima del retardo judicial y la misoginia  pasa una audiencia a los dos años de haberla pedido. En fin, en todo lado se cuecen habas.

Las palabras y la incertidumbre de la madre de María Belén Bernal Otavalo, al parecer se han cumplido al pie de la letra; pero la investigación y el camino que recorrer en los estamentos judiciales recién empieza.

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