La felicidad del país finalmente está en el deporte

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El jueves fue un día paradójico para el país. Había dos escenarios importantes. Uno de ellos parecía mayor porque la Selección ecuatoriana es, sin duda, el gran aglutinador social. El otro, en cambio, era ver qué ocurría en la Asamblea con el debate -y al final, el archivo- de la Ley de Inversiones, que envió el presidente Guillermo Lasso, con los conocidos reproches, diatribas y denuncias de lado y lado.

La Selección ecuatoriana se clasificó ayer al Mundial de fútbol que se jugará en noviembre en Qatar. Sin duda, ese hecho representa una enorme alegría nacional, que se enmarca en esta extraordinaria y hasta insólita serie de grandes victorias en varias disciplinas deportivas, como los campeonatos mundiales por equipos femenino y masculino y el de Glenda Morejón, o todas esas medallas en los Juegos Olímpicos de Tokio.

No deja de ser paradójico que esa emoción de sentirse mundialistas se dé cuando el equipo tricolor perdió 3-1 en Ciudad del Este, ante Paraguay. Es complicado en el deporte asumir la derrota de un juego en particular porque la naturaleza del deporte competitivo es precisamente buscar la victoria. Pero la lección que nos enseña el haber obtenido el pasaje hacia la cita ecuménica de Catar es que en el deporte, como en toda actividad humana, es que hay que conseguir objetivos y eso demanda tiempo, paciencia, inteligencia, serenidad y otros valores.

Un partido es apenas eso: un partido; es el proceso lo que lleva a las victorias verdaderas. No se debe olvidar que para el Mundial de Rusia del 2018, Ecuador había mostrado un extraordinario fútbol que nos llevó a ganar por primera vez a Argentina como visitantes. Ese partido será imborrable en la memoria, pero de nada sirvió porque el equipo se resquebrajó en el camino.

La Selección y todos los deportistas son la muestra de una generación de la que esperamos mejores luces para el país en todos los ámbitos: compromiso con su causa que, en el fondo, sea la de todos; saber formar un equipo a pesar de las profundas diferencias. A pesar de que no es su deber, los atletas dan lecciones y felicidad a un país. Durarán apenas minutos, pero se los agradece.

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