La VIII Cumbre de las Américas que se realiza en Lima coincide con la celebración del Día de las Américas que busca reafirmar los ideales de paz, justicia, soberanía y solidaridad de las repúblicas americanas del Continente. La cita continental tiene como principal tema “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”. Es irónico que el anfitrión de la cita sea el presidente Vizcarra, que llegó al poder, luego de la renuncia de Pedro Pablo KKuczynski, acusado de negocios turbios con la empresa brasileña corruptora Odebrecht.
Los mandatarios de la reunión en Lima tienen la oportunidad de abordar la corrupción como tema central del encuentro, pero sobre todo tienen la obligación de tomar decisiones históricas para poner punto final o cuando menos disminuir sustancialmente el peor enemigo de las democracias en las Américas y de los sectores más vulnerables y desfavorecidos de la población que ven postergadas las obras de desarrollo en su beneficio.
Lamentablemente, la corrupción en América Latina históricamente ha sido un problema permanente; sin embargo en esta última década, con los gobiernos de izquierda especialmente, se ha acentuado convirtiéndose en un fenómeno continental, con los gobiernos de Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela, Perú, Guatemala, Honduras, República Dominicana y otros, algunos de los cuales tienen el estigma de altas autoridades tras las rejas por corrupción.
La unidad de las Américas se ha visto resquebrajada a partir del surgimiento de algunas instituciones como la moribunda Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y otras subregionales, nacidas al calor de convicciones antimperialistas.
¿Cuál será el saldo de la VIII Cumbre de las Américas, especialmente en función de la lucha contra la corrupción, el progreso, la democracia y la unidad de los pueblos del Continente, más allá de la retórica propia de estos escenarios internacionales?
