ROL DEL MAESTRO ADULTO MAYOR EN LA SOCIEDAD ACTUAL

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Hugo Moreno Romero

Los adultos mayores debemos poder permitirnos una vida independiente, inclusiva y activa, no sujeta a la pasividad y al hecho de que los demás tengan que ocuparse de nosotros. Los adultos mayores que estamos activos hemos vivido la etapa del aprendizaje, hemos trabajado para “tener” lo necesario y conveniente para sustentar nuestras vidas. Hemos hecho muchas cosas, y cualquiera haya sido la actividad desplegada, accedemos a la cuarta etapa de la vida valorizando el ser y los sentimientos, disponemos de tiempo y de deseos de volcar nuestra experiencia –y tal vez sabiduría– para responder al otro, al que necesita.

Hay quienes se alarman porque aumenta la cantidad de personas que viven más tiempo. Bienvenida la prolongación de la vida. Para mejorar su calidad de vida, es absolutamente necesario el mejoramiento de los planes sociales y jubilatorios que aseguren la independencia de las personas mayores, de la atención primaria y domiciliaria de la salud, y la implementación de programas de educación para la salud del cuerpo y del espíritu.

Es justamente esta cuarta etapa de la vida, añadida y bienvenida a la existencia de una persona, la que no ha sido contemplada en su dimensión actual, ni por la sociedad ni por las políticas públicas, ni por las mismas personas que la están transitando.  Es poco frecuente escuchar ideas de alerta acerca de la falta de contención y atención hacia los adultos mayores. Lo anti-viejo se impone en el discurso cotidiano, pero la ciencia nos dice otra cosa. Las investigaciones sobre la neurobiología vienen demostrando que el cerebro tiene capacidad de modificarse continuamente, que sigue desarrollándose y que puede crear nuevas comunicaciones entre las neuronas que van formado circuitos plásticos. Es decir, esos circuitos nunca permanecen iguales, no son fijos, sino que se desarrollan de acuerdo a cómo se los emplee mediante los recuerdos o imaginaciones.

Según el reconocido doctor y profesor Osvaldo Panza Doliani, en su libro “El saber, sí ocupa lugar: bases biológicas para una nueva pedagogía”, dice: “en la evolución de la vida cerebral no existe nada fijo, todo cambia como producto de las circunstancias vividas o recordadas. No importa la edad. Ello requiere cambios de todas las estructuras de las redes neuronales en las cuales cada neurona participante cambia: forma, contenido, tamaño, ramificaciones y cantidad de neurotransmisores, el conjunto de estos cambios se conoce como “cambios de la geometría neuronal”.

El cerebro está en condiciones, hasta el último día de vida, de construirse de acuerdo a cómo sean los mensajes que recibe, interprete y responda con criterio propio, según el estilo de vida de cada uno. El cerebro siempre aprende; de niños y jóvenes vivimos haciéndolo, porque durante estas etapas estamos rodeados de estímulos para aprender. Pero los adultos mayores no contamos con esa estimulación, el aprendizaje depende más bien del interés y la motivación personal. Sabiendo que focalizar el interés y la comprensión en cosas nuevas y experiencias satisfactorias logra influir en sucesos favorables, saludables y preventivos, mientras que la focalización en cosas malas construye ambientes con estilos de vida que hacen perder la salud, tanto mental como física, necesitamos seguir asombrándonos ante las realidades cotidianas, aprender cosas nuevas, interesarse por algo y tener en perspectiva algún objetivo

. Manteniendo las potencialidades desarrolladas durante todas las etapas de la vida se preservan las capacidades decisorias individuales. Hay que aprender y hacer cosas nuevas continuamente, la falta de actividad, la soledad, remiten a pensamientos que generan tristeza y muchas veces recuerdos dolorosos. El altruismo, la solidaridad y la cooperación, son funciones relevantes.

Se trata de que la sociedad y los sistemas de servicios otorguen a esta etapa de la vida un sentido propio, como lo tienen las etapas precedentes. Esto requiere que el entorno ambiental y humano aporte un sistema de inclusión, independencia y participación activa que les permita dar un sentido a su vida. ¿Podrá ser esta cuarta etapa de la experiencia humana una forma de vida en la que la satisfacción no pase por tener cosas, sino por darlas al otro, al que las necesita? ¿Podrá tener esta etapa de la vida una forma de superación de un sistema individualista, egoísta, ganado por el deseo de tener; y en cambio ser el espacio de la cooperación, de los valores, de la vida colectiva, responsable y solidaria?

Definitivamente es errónea la idea de que los viejos deben descansar porque ya trabajaron demasiado o que deban dedicarse a recuperar viejos deseos frustrados, o que tienen que cuidar a sus nietos ¡Todo esto apunta a que no generen problemas! Definitivamente no se los debe excluir de la sociedad y de la vida, ni recluirlos en la soledad y en la depresión.

Si todo el esfuerzo del Estado, de las organizaciones sociales y de las propias personas mayores se dirigiera a que los adultos mayores arriben a esta cuarta etapa con buena salud, buen sustento económico y con un sistema de vida con roles activos, se generaría un potencial humano de tremendo valor solidario.

Para materializar esta nueva mirada sobre la cuarta etapa de la vida se requieren cambios profundos que muestren una dirección inequívoca hacia la inclusión social, dirigida a terminar con la idea de que los viejos ya cumplieron su ciclo. Por el contrario, hay que desarrollar desde el Estado y el conjunto de la sociedad una multitud creativa de prácticas sociales. No se trata de acciones puntuales o circunstanciales, sino de construir una forma de vida inclusiva y productiva en términos personales y sociales, en un continuo sostenido a lo largo de toda la vida. Porque el cerebro tiene la capacidad de cambiar y aprender todo el tiempo.

Se deben desarrollar los mecanismos para transferir las experiencias de quienes desempeñaron funciones como docentes. Así es como se dignifican y restablecen los lazos de pertenencia a la sociedad. La sociedad se verá enriquecida por la acción solidaria y responsable de los mayores, orientada en buena medida a cubrir necesidades y complejos problemas de diferentes sectores de la población que el mercado no atiende adecuadamente. Estas acciones podrían ser realizadas en muchos casos sin necesidad de percibir retribución económica, y posiblemente en otros casos la retribución resultará conveniente. Las personas mayores, al mismo tiempo de dar, se nutrirán de la frescura y los conocimientos de las jóvenes generaciones.

Por ello invito a todos los que “tenemos toda la vida por delante” a elaborar un proyecto de investigación que identifique y cuantifique tanto las capacidades y disposiciones actuales de los jubilados de la provincia, de manera particular de los jubilados que perteneces a la ASOJUBICOR, como las necesidades de la sociedad que puedan ser atendidas por ellos. Esta investigación incluye las formas pedagógicas y estructurales para lograr la iniciación efectiva y la continuidad del proyecto. Pienso que este cambio resultará ampliamente beneficioso y facilitará la construcción de una provincia  solidaria, responsable, plural y democrática.

Vale la pena concluir esta reflexión con el pensamiento del Papa Francisco: A los maestros jubilados se les ha confiado transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo”. Sin olvidar, advierte el Santo Padre que, un pueblo que no cuida a los abuelos y no los trata bien es un pueblo que ¡no tiene futuro”

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