Artículo de opinión I José Gonzalo Bonilla
Cuando le preguntaron a un ciudadano qué opinaba sobre el Papanicolaou, él respondió que le gustaba más Juan Pablo II. Si esta ignorancia la trasladamos al ámbito del ejercicio responsable y comprometido que supone la conciencia cívica y la práctica política, ya no produce hilaridad. Todo lo contrario, la ignorancia en política es casi un requisito…
La política se ha convertido en una mala palabra. Define a aquellas personas que tan solo tiene interés en aparecer en los medios de comunicación, tener chófer, placas oficiales y celular gratis. Sobre todo, la mayoría lo que aspira es mejorar notablemente su patrimonio. Por ello, la política se presenta como un antivalor que ha reemplazado todos los valores que encierra el concepto de patriotismo.
Los políticos hoy, en su mayoría, tuvieron como cuna, el apoliticismo. Su sueño nunca fue preparase para buscar un modelo por un desarrollo económico social más equitativo. En su mayoría, su sueño fue triunfar como deportistas, futbolistas, modelos de televisión, locutores de radio, modelos de pasarela… Su sueño nunca fue llegar a ser un representante ciudadano. La política como ejercicio colectivo, para el candidato prototipo actual, siempre le fue lejano e indiferente.
A la mayoría de los 6000 candidatos que correrán las elecciones en el 2023, los partidos políticos les tentarán a un “famoso”, con una candidatura como quien les coloca un balón para que tan solo pateen el gol frente a un arco abandonado.
La oratoria con conceptos ha sido reemplazada por la generación de estrategias de comunicación que fortalecen la deslegitimación de la política tradicional. Sin embargo, esta deslegitimación no ha servido para el elevar cualitativamente la práctica política, sino que ha perfeccionado un discurso frívolo con mensajes más cortos y efectivos que los grandes discursos conceptuales.
El individualismo y el caciquismo local se han impuesto sobre la organización y la reflexión de los grupos de interés ciudadano. Hasta la primera mitad del siglo XX la representación bicameral acogía a los representantes de los diferentes actores de la economía. Los gremios como el de los ganaderos, agricultores o maestros colocaban a sus candidatos. Hoy se busca representantes, que por el solo hecho de su pertenencia por género, orientación, origen étnico, pueden ser candidatos para generar leyes. La formación profesional no importa.
Hoy los mismos electores son seres con preferencias contradictorias y volátiles. Pueden estar contra la minería y extracción petrolera, pero exigen del Estado construcciones de concreto (uno de los contaminantes más difundido); que baje el precio de la gasolina a costa del medio ambiente; que haya control de precios, pero no de sus productos…
Hoy resulta ser lo mismo ser de derechas o vividor. Ignorante, sabio, choro o estafador Como dice el tango… ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazados ni escalafón.
Al igual que el patriotismo, la política ya no es un valor moral. Este ha sido reemplazado por el valor de la viveza criolla.
Fuente: El Telégrafo