Los jóvenes frente a la crisis ecológica

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Carlos Guevara Ruiz

Greta Thunberg es la figura juvenil que ha alborotado mediáticamente las últimas citas de la Cumbre del Clima de la ONU. Sucedió recientemente en Madrid durante la COP25. A muchos les atrae su personalidad, a otros les llama la atención la forma en que ella se moviliza (velero, tren o auto eléctrico). Ha sido escogida como personaje del año 2019 por la revista Times, pero también se ha ganado de algunos sectores duras críticas por su activismo. Es importante que la joven haya conseguido atraer la atención hacia un tema que ha estado relegado de las agendas de los gobiernos por mucho tiempo, pese a que las alertas del cambio climático no son ninguna novedad. Sin embargo, creo que a veces esta exposición mediática sobre la forma le resta impacto al fondo del mensaje que transmite.

 

En pleno momento histórico de ebullición social, cuando las protestas se generalizan en el mundo denunciando en las calles el absurdo del sistema capitalista, llega la joven a decirnos que “cada gran cambio en la historia ha venido del pueblo” y que “hay esperanza, … pero no viene de los gobiernos o las corporaciones, viene del pueblo”. El mensaje es contundente, no hay reforma posible en el capitalismo, se requieren medidas radicales que surjan desde abajo. No podemos dejar en manos de los gobiernos y las corporaciones la solución a la crisis ecológica.

 

Las palabras de la joven se inscriben en una larga tradición del pensamiento de izquierda. Me refiero a la toma de consciencia de los pueblos sobre la explotación del ser humano y la naturaleza. A la incompatibilidad del modo de producción capitalista con la ampliación de los derechos del trabajador y con la defensa de los derechos de la naturaleza. Sin embargo, no deja de preocupar la sobreexposición mediática que convierte a Greta, a título individual, en la portadora de los valores del ecologismo del siglo XXI. Quiero decir que cuando las grandes potencias vean en ella un real peligro simplemente le retirarán la cámara y apagarán su mensaje. Felizmente Greta es una entre millones de jóvenes que sostienen el mensaje de alerta a la crisis ecológica, que dan esperanza a los pueblos organizados y que están determinados en la resistencia. Es el caso de Helena Gualinga (17 años) joven originaria de la comunidad de Sarayacu en el oriente ecuatoriano. Su acción militante se inspira en la lucha de su comunidad en contra de las petroleras que han arrasado con los recursos naturales. Se puede decir que es una activista de toda la vida y ha llevado con solvencia el mensaje de la selva a los foros internacionales. En 2013 participó en el Childrens Climate Conference, este año estuvo presente en Nueva York para el Youth Climate Summit, y recientemente tomó la palabra en la COP25 celebrada en Madrid, con firmeza expuso su desacuerdo con los gobiernos que concesionan sus territorios a las grandes industrias extractivas, donde se violan los derechos humanos, se contamina el agua y el aire.

 

Cuando miro a Helena Gualinga me digo que Ecuador podría convertirse en vanguardia de una nueva forma de vivir, más humana y justa. La Constitución consagra los derechos de la naturaleza. La lucha de las comunidades en defensa del agua, del páramo, de la selva es inspiradora. Los pueblos en resistencia a la explotación de las grandes corporaciones petroleras, mineras y de la agroindustria nos muestran el camino, pero los gobiernos no ven más allá de sus bolsillos. Mientras el gobierno ecuatoriano se esmera por avergonzarnos en el extranjero, es refrescante y esperanzador escuchar en los foros mundiales voces como la de Helena que nos llena de orgullo. Algo nuevo está naciendo, pero el viejo mundo se resiste a morir.

 

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