Mañana culmina el proceso de las elecciones febrero/2025 en el que se juega el destino de 18 millones de ecuatorianos. Está en juego la democracia, la libertad, el progreso, las mejores condiciones de vida de todos los habitantes de la patria. El tema es ciertamente, muy serio y trascendental para tomarlo muy a la ligera. Es ineludible que la ciudadanía concurra a las urnas, con patriotismo y plena conciencia crítica para hacer la mejor elección.
En momentos como el actual, salta al vista la necesidad de una conciencia crítica individual y su evolución organizacional hacia lo colectivo; tarea fundamental que les corresponde construir a los líderes y organizaciones políticas y, por supuesto, al sistema educativo nacional, porque el rol principal del educador no es formar mano de obra especializada o calificada para el mercado de trabajo; es formar seres humanos dignos, dotados de conciencia crítica, participantes activos en el desafío permanente de mejorar la sociedad y el mundo en que vivimos.
Aceptar con indiferencia la demagogia, la mentira, el doble discurso, carecer de ideales y dignidad, asumir actitudes timoratas o cobardes es carecer de conciencia crítica; es convertirnos en cómplices y encubridores de los desatinos del poder político, de los atropellos, de la manipulación de la información, de las actitudes negativas de cualquier gobernante de turno. Dejar de ser acríticos, pasivos, abúlicos, insensibles y apáticos; hacer real la libertad de conciencia, política y civil, repudiar el irrespeto a las leyes, indignarnos frente a la corrupción y la impunidad, es propio de personas e instituciones con alta conciencia crítica. La persona crítica es habitualmente inquisitiva, de mente abierta, razonadora y bien informada, desapasionada y justa en las valoraciones, prudente al emitir juicios de valor.
Ojalá que, en la decisión política de mañana, los ecuatorianos acudan a las urnas armados de una fuerte conciencia crítica, vestida de patriotismo, para bien de todos.