Mismas prácticas, mismas intenciones

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El presidente Guillermo Lasso, a través de su estructura política territorial, movilizó a cientos de personas hasta la Plaza Grande, en Quito, para evidenciar que “goza” de aceptación y respaldo popular.

Como en tiempo de antes, militantes convencidos de CREO, varios obligados y algunos que hasta llegar no sabía ni a qué iban, se apostaban en las inmediaciones de Carondelet con banderas, pitos, gorras, pancartas, vítores, a la espera de que salga el Jefe de Estado y rendirle pleitesía. Asimismo, como en los tiempos de antes, para seguir engordando el narcisismo del oficialismo.

La demora es hasta que salga el Presidente. Tiempo en el que discurso monolítico y desafiante se escucha a todo parlante. Y entre dos o tres advertencias, los gritos de seguidores de “Vamos Lasso; Lasso no se ahueva carajo”. 

Finalizado el show –que emula una aceptación abrumadora, que extasía hasta a los más incrédulos del gabinete presidencial, quienes ufanados se toman fotos con las hormiguitas para no ser impopulares– todo vuelve a la normalidad. El espacio luce lleno de basura, tarrinas de comida –ya no son sánduches– y al presidente le quedan las mismas inseguridades y a los ecuatorianos nada de certezas. 

¿Qué sucederá en un Ecuador que mira de lado a lado viendo cómo políticos se pelean por más poder y por no ceder territorio?  ¿Cuándo las necesidades generales entrarán en la agenda política nacional y subordinarán a los pleitos antagónicos?

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