Las críticas no serán agradables, pero son necesarias, decía Winston Churchill. Y si son de buena fe y constructivas; si están enfocadas a preguntar, averiguar, indagar, investigar, a retractarse cuando fuere necesario, si se procede con altura y sinceridad, entonces sabremos que están orientadas al bien común.
En momentos como el actual, salta al vista la urgente necesidad de la construcción y desarrollo de una conciencia crítica individual y su evolución organizacional hacia lo colectivo; tarea fundamental que les corresponde construir a los líderes y organizaciones políticas y, por supuesto, al sistema educativo nacional, porque el rol principal del educador no es formar mano de obra especializada o calificada para el mercado de trabajo; es formar seres humanos dignos, dotados de conciencia crítica, participantes activos en el desafío permanente de mejorar la sociedad y el mundo en que vivimos.
Aceptar con indiferencia la demagogia, la mentira, el doble discurso, carecer de ideales y dignidad, asumir actitudes timoratas o cobardes es carecer de conciencia crítica; es convertirnos en cómplices y encubridores de los desatinos del poder político, de los atropellos, de la manipulación de la información, de las actitudes negativas de cualquier gobernante de turno. Dejar de ser acríticos, pasivos, abúlicos, insensibles y apáticos; hacer real la libertad de conciencia, política y civil, repudiar el irrespeto a las leyes, indignarnos frente a la corrupción y la impunidad, es propio de personas e instituciones con alta conciencia crítica. La persona crítica es habitualmente inquisitiva, de mente abierta, razonadora y bien informada, desapasionada y justa en las valoraciones, prudente al emitir juicios de valor.
Estamos a puertas de la campaña para las elecciones de febrero del 2025, proceso en el que se juega el destino de 18 millones de ecuatorianos. Es ineludible que la ciudadanía concurrente a las urnas, con patriotismo y plena conciencia crítica sepa hacer la mejor elección y no se deje sorprender de cantos de sirena. Está en juego la democracia, la libertad, el progreso, las mejores condiciones de vida de todos los habitantes de la patria. El tema es ciertamente, muy serio y trascendental para tomarlo muy a la ligera.