Presidentes, parlamentarios, políticos de todo el mundo han recibido y han proferido insultos, agravios, ofensas a sus rivales. Trump, Maduro y Correa baten el récord en dar y recibir. En el Ecuador, el insulto político ha estado presente en nuestra historia como parte de una estrategia electoral o para “hacer gala” de la autoridad, porque los insultadores políticos dan por hecho que a través del insulto pueden destruir al rival, mofarse de sus adversarios y captar la simpatía popular.
Los ecuatorianos estamos acostumbrados a tener “políticos insultadores”. Rafael Correa, en sus 10 años de sabatinas, profería insultos a diestra y siniestra. Según una investigación, se contabilizaron más de 500 insultos del expresidente dirigidos a políticos, empresarios, periodistas, ecologistas, activistas de derechos humanos, educadores, políticos…
He aquí algunas “perlas” dirigidas a mujeres a quienes, al parecer no les tenía mucha simpatía: “Gordita horrorosa, mujer falsa, mediocre, desadaptada, sesgada, seudoecologista, mentirosa, manipuladora, fracasada, neuróticas, malcriada, soberbia, desquiciadas”.
Hay insultos memorables en la política nacional: “Ven acá para mearte, insecto ‘hijuepucta’” es de los más “famosos” de Nebot y de la historia del insulto político en el Ecuador. O este, cuando le tildaron de “maricón” al diputado Dotti, quien replicó: “Soy maricón porque me acosté con tu mujer que tiene cara de hombre”. Así era el nivel del debate en ciertos congresos. Pero los insultos políticos en el Ecuador no se circunscribieron solo al congreso. Los presidentes José María Velasco Ibarra, Carlos Julio Arosemena, Jaime Roldós , Rodrigo Borja dieron y recibieron famosos insultos…
El pueblo, siguiendo el mal ejemplo de los políticos también ha dicho lo suyo en cuanto a insultos se refiere. En los once días de la devastación de octubre, miles de dardos insultantes se direccionaron al presidente Moreno. Uno de ellos, proferido por una lideresa indígena, se hizo viral en las redes. “Patojo cachudo” le dijo al presidente de todos los ecuatorianos ante un auditorio que aplaudía rabiosamente.
¿Son testimonios, evidencias del estado moral en el que nos hallamos? ¿Es esto más grave que los destrozos materiales y las pérdidas económicas?¿Son imprescindibles los insultos en las lides políticas y reivindicaciones sociales?