Preocuparse por una descendencia sana

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Se reproduce más niñez y adolescencia mal nutrida y descuidada, sin opciones para una movilidad ascendente…

La descendencia y la trascendencia no constituyen temas sobre los que se reflexione a menudo, si se considera que para la mayoría de la gente las principales preocupaciones giran en torno a cómo saldar las deudas que se acumulan por falta de trabajo, por ingresos insuficientes o por imprevistos.

Con un poco de holgura económica, las familias suelen procurar para sus descendientes una educación superior a la promedio, brindándoles un ambiente de protección y bienestar que potencie su futuro para que logren trascender. Hoy que se celebra el Día Internacional de la Mujer, cabe mirar el entorno para reconocer cómo avanza la sociedad y cuánto hay por hacer, considerando que las mujeres constituyen la mitad de la población.

Es evidente que persiste la desigualdad de género y esto redunda en una sociedad que enfila contra la mujer todo tipo de violencia: física, psicológica, sexual, económica, política, patrimonial, etcétera.

No se repara en que ello representa una pesada ancla que tira hacia abajo a la sociedad entera: niñas descuidadas no reciben adecuada educación, se convierten en adolescentes que se embarazan, consiguen trabajos poco remunerados y crian hijos a los que no están en capacidad de brindarles un desarrollo favorable y con protección; como resultado reproducen más niñez y adolescencia malnutridas y descuidadas, seres sin opciones de movilidad ascendente que probablemente entrarán en las filas del desempleo, el consumo de drogas, la delincuencia y el crimen.

La sociedad en conjunto debe empezar a preocuparse por una descendencia sana, formada, con potencial para aportar al desarrollo del país. Se comprueba a nivel global que hombres y mujeres están en capacidad de producir y liderar por igual. Esa realidad debe reflejarse en equidad para el acceso a la educación, la protección de derechos, a cargos y a las remuneraciones, porque tan persona o ser humano es el hombre como lo es la mujer, por lo que deberían ser las capacidades y el esfuerzo los que determinen las recompensas y no el género.

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