INTERNACIONAL
En una jornada marcada por la solemnidad y el simbolismo, el Vaticano anunció al nuevo líder de la Iglesia Católica. El cardenal Robert Prevost, de origen estadounidense y con nacionalidad peruana, ha sido elegido como el papa número 267 y tomará el nombre de León XIV.

Su elección fue confirmada luego de un cónclave histórico, donde 133 cardenales de todo el mundo emitieron su voto definitivo. Prevost, de 69 años, sucede al papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril de 2025.
Su cercanía con el pontífice argentino, su formación teológica y su experiencia pastoral en América Latina lo posicionaron como uno de los principales candidatos desde el inicio del cónclave.
La ceremonia de elección se desarrolló bajo la imponente Capilla Sixtina, y como dicta la tradición, tras ser ungido como Sumo Pontífice, Prevost pasó por la llamada Sala de las Lágrimas, donde meditó en privado antes de salir al balcón de la Plaza de San Pedro.
Visiblemente emocionado, saludó a miles de fieles que esperaban expectantes. “Aún queda mucho por hacer”, dijo aludiendo a la necesidad de continuar con la renovación eclesial iniciada por su predecesor.
Nacido el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Prevost se unió a la Orden de San Agustín y fue ordenado sacerdote en 1982. Tres años después llegó al Perú como misionero y más tarde, en 1988, asumió la dirección del seminario agustiniano en Trujillo, donde permaneció una década.
Durante ese tiempo, adoptó también la nacionalidad peruana, reforzando su vínculo con la región. Habla español con fluidez, es políglota y tiene una sólida formación académica, con estudios en Matemáticas en Filadelfia y un doctorado en Derecho Canónico obtenido en Roma.
Su perfil, descrito como conciliador y humilde, le ha valido el aprecio tanto en América Latina como en Europa. El diario italiano La Repubblica lo calificó como “el menos estadounidense de los estadounidenses”, resaltando su estilo moderado y pastoral.
León XIV asume ahora la guía espiritual de más de mil millones de católicos en el mundo, con el desafío de mantener la unidad de la Iglesia y avanzar en las reformas iniciadas por Francisco.
En su primer mensaje, Prevost dejó claro su compromiso: “No podemos parar, no podemos retroceder. Tenemos que ver cómo el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sea hoy y mañana”.