Por: Edgar Frías Borja
Los ecuatorianos agonizamos día a día, sin que encontremos una salida a tanto desacierto y descalabro social, económico, político y educativo. Más parece que hemos retrocedido al primitivismo, dónde todo para los pobres está por hacerse. La mayoría se pregunta, cómo es posible que un país, con tantos recursos materiales y humanos, se halle al borde del colapso total.
Es bien cierto, que la historia del Ecuador está llena de vicisitudes políticas y económicas, que una mancha más al tigre no cambia de realidad. Pero, lo que estamos viviendo cotidianamente, nos debe llamar seriamente a la reflexión y categóricamente a poner un alto a tanta triquiñuela, creada por los políticos de turno.
Si, solo seguimos quejándonos, como enfermos en coma, tendemos a desparecer, sin pena ni gloria. A quién echar la culpa de tanta aberración, a la clase política o a nosotros mismos, que, por haber sido indiferentes y permisivos, hemos dado pábulo para que, desde el poder, hagan con el pueblo lo que les venga en gana.
El mea culpa debemos endilgarnos, toda vez que, con nuestra actitud complaciente hemos preparado el mejor caldo de cultivo, para que los vivarachos, que se han encaramado en el poder, haya hecho de las suyas, sin importarles un bledo las necesidades y aspiraciones de sus compatriotas.
Pues, creo que nadie por más franciscano que sea su espíritu, su tolerancia y su paciencia de Job, estará en acuerdo con la situación actual del país; ya que, la desazón y la tolerancia al estado de cosas al que hemos llegado, han rebasado todo límite de aguante, paciencia e impregnación.
Ahora, se aproxima la oportunidad valiosa de cambiar el destino trágico del país, si meditamos y actuamos con responsabilidad, al elegir a los futuros dignatarios de la nación. Hay una gran variedad de lo mismo, pero como dice la sabiduría popular, elijamos al menos malo, al que, sin aspavientos y lisonjas, nos de la certeza de que sabrá cumplir con su palabra, que sabrá hacer honor a su nombre y apellido, al que no nos meta gato por libre.
El 2025, no puede ser un año más de lo mismo. Para bien de todos, debemos hacer fuerza para que la mal racha, las energías negativas y las actitudes pobres, se transformen en acciones esperanzadoras, llenas de optimismo y conquistas. Como soñar no cuesta nada, entonces qué esperamos, acaso un milagro, cunado hasta la fe nos han hurtado. No, los milagros suceden cuando las acciones están precedidas de una contundente voluntad de lograr lo que nos proponemos. Ya no hay tregua que dar al negativismo, al quemeimportismo, a la indiferencia.