Sueños truncados por la calle

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Sueños truncados por la calle
Sueños truncados por la calle

Carlos Miguelez

En 2005, Naciones Unidas calculaba más de 100 millones de personas sin hogar en el mundo. No existen datos actualizados por las dificultades que supone conseguir datos en cada país. Los criterios para considerar que una persona no tiene hogar han cambiado en los últimos años.

A las personas sin hogar se les ha llamado transeúntes, mendigos, vagabundos y “sin techo”. Pero transeúntes somos todos los que transitamos por algún lugar. En años recientes se han consolidado criterios más ajustados a la realidad de lo que es una “persona sin hogar”. No sólo en países europeos, donde se han creado redes de trabajo como FEANTSA, o en Estados Unidos, donde se creó la National Alliance toEndHomelessness.

Además de las personas que viven en la intemperie, hay millones de personas que tampoco pueden desarrollar un proyecto vital porque van de un sitio a otro, no cuentan con una vivienda estable, duermen en albergues, en espacios ocupados o en asentamientos. Así lo reconoció una comisión Naciones Unidas.

Las medidas que criminalizan y castigan la pobreza y la marginación no suelen venir acompañadas de recursos adecuados para que las personas salgan de esa situación.

Se les ha asociado con adicciones a las drogas y al alcohol, o con enfermedades mentales. Pero se ha logrado destapar una realidad compleja, en gran medida por el trabajo de distintas organizaciones de la sociedad civil que se han acercado a estas personas para conocer mejor quiénes son. Existen personas con problemas de alcohol y de drogas, así como con enfermedades mentales graves. Pero en algunos casos, esto se produjo porque no pudieron soportar esa realidad en la acera de las calles. El cierre de hospitales para personas con enfermedad mental, conocidos como manicomios, se produjo sin la puesta en marcha de recursos adecuados para impedir que las personas que salieran de ahí acabaran en la calle.

Diversas organizaciones trabajan con personas sin hogar y se coordinan con trabajadores sociales y equipos de calle. Han podido constatar que las personas suelen acabar en la calle tras una sucesión de eventos traumáticos: un desahucio, una bancarrota, una mala separación, accidentes, enfermedades, depresiones, problemas de alcohol o de drogas.

El gobierno de Noruega llegó a proponer condenas de cárcel para quienes ejerzan la mendicidad y para quienes dan dinero. El gobierno de Madrid ha gastado millones de euros en cambiar las marquesinas donde las personas esperan los autobuses para impedir que las personas pernocten ahí. En otras ciudades del mundo se han colocado pinchos “antimendigo” para impedir que las personas duerman en la ciudad. Estas medidas que criminalizan y castigan la pobreza y la marginación no suelen venir acompañadas de recursos adecuados para que las personas salgan de esa situación.

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