Traición y lealtad

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email

Cuando estamos a once meses para la elección de Presidente y Vicepresidente de la República, miembros de la Asamblea y representantes al Parlamento Andino que se realizará el próximo mes de febrero, es bueno que vayamos reflexionando sobre las connotaciones que conllevan los términos antónimos traición y lealtad. Fidelidad y Lealtad, son sinónimos, así como lo son traición y felonía, infamia e ingratitud. Una mujer, Andrómaca, esposa de Hector, el héroe troyano, es el símbolo universal de la fidelidad; un hombre, Judas, discípulo de Jesús, es el traidor por antonomasia. Los seres humanos se mueven entre la traición y la lealtad.

En la política ecuatoriana, lealtad y traición depende del cristal con que mire. Los unos califican de traidores a los otros y viceversa. Pero, el pueblo ecuatoriano identifica fácilmente a quienes lo traicionan y quiénes le son leales, más allá de las palabras, de los discursos llenos de promesas con sabor a demagogia, a manipaladoras medias verdades y verdades ocultas en función de grupos políticos o politiqueros de conyuntura, que hoy están aquí y mañana al otro lado, dependiendo de quién tiene la sartén por el mango.

La lealtad en sí y por sí no es buena, depedende de la circunstancias. El más alto grado de lealtad, de fidelidad lo exige el mundo de la mafia, de la delincuencia, porque según ese ambiente sórdido, la lealtad es de vida o muerte. Se está con ella o se perece en ella. ¿Al igual que en la política?

La ciudadanía debe lealtad a la Patria, a sus elementos constitutivos, a sus objetivos superiores. Los gobernantes deben lealtad a su pueblo en términos de honestidad, transparencia, ejecutividad, respeto irrestricto a la constitución y las leyes de la República; todo lo contrario será traición, deslealtad, felonía, infamia e ingratitud.

Los mandatarios, los asambleístas, alcaldes, concejales, en fin todos los de elección popular, se mueven o deben moverse en los terrenos de la lealtad al pueblo. Los dictadores o autócratas, déspotas y opresores, los de estructura mental totalitaria, narcisista y megalómana prefieren el fango de la traición al pueblo al que primero lo seduce hasta el endiosamiento y luego, lo oprime, lo avasalla, le tiraniza y veja en función de su proyecto político personal y de su grupo mafioso que lo adula.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email